Es que tú no sabes, Javier.

16 de abril de 2012 - Por: Irene Karenina en 22:28
Estaba por contarte, Javier, pero más nunca te vi.

El otro día nos encontramos, yo saliendo de clases y tú entrando, me diste un abrazo de esos chéveres, de los que se sienten bonitos, así tipo "tiempo sin verte, pero igual te quiero". El asunto es que olí tu perfume (tú sabes, me encanta que un hombre huela rico), pero de repente algo me quemó el pecho.

Es que tú no sabes, Javier.

Fue un -nefasto- día, una tarde libre en la universidad, la noche anterior te conté que el amor de mi vida me dejó. Estaba tirada en el suelo con mi mejor pinta desquitándome el despecho, llorando de manera intermitente y sintiendo que el mundo se me estaba cayendo a pedacitos. Mira sí, suena dramática y media, pero despecho es despecho.
Nunca se me va a olvidar cómo llegaste, Javier. Fuiste justo a donde yo estaba, traías cara triste, ya sabías. Abriste los brazos y me dijiste "mi amor, lo siento mucho..." y el momento me fulminó.

El perfume, Javier. Tu perfume. EL PERFUME, Javier. Ese día estabas usando el mismo perfume que él, el que juró que no iba a regresar, el que me mató con un "dejémoslo hasta aquí".

No sé cómo hice para no terminar de morirme ahí mismito, de desmayarme, de terminar de lanzarme al suelo y privarme de llanto. Sí pues, me pegó, me quería morir, qué te puedo decir. Pero no lloré, sólo te di las gracias por estar ahí, de corazón, ese tipo de gestos que demuestran que más distancia no es menos cariño.

Ese día que nos encontramos de nuevo (la semana pasada, algo así), me volviste a abrazar y yo estaba sumamente feliz, me sentí tan feliz de verte, Javier. En medio del abrazo te olí, te olfateé, no sé cómo decirlo más elegantemente pero sentí otra vez ese dolorcito. Esta vez más leve, una quemadura suave, un dolorcito directo en la cicatriz.

Tú no lo sabes, Javier, cómo lo ibas a saber, que hueles a día de lluvia donde se me caía el cielo. Que me recordaste aquel momento tan nefasto, donde sentí dolor y rabia, hasta que quedó la rabia. Que hueles a recuerdos que no son tuyos.
Javier, no lo sabes, hueles a cosas que ya no duelen, pero que dan arrechera.