La procesión

5 de agosto de 2015 - Por: Irene Karenina en 13:42
Hace poco me tocó pasar por ese trance del que llega al aeropuerto, se sienta en las mesitas a esperar y en 2 segunditos -porque el tiempo pasa volando- es hora de atravesar esa puertica negra por donde se va la gente que queremos. Odié con toda mi alma esa procesión de esperar que vayan pasando uno a uno por el escáner (y se lo dije a Daniel así, literal). Odié tener que separarme de alguien que amo. No vi cuando pasó por la puerta. Odié ese piso de colores, lo quise romper con los pies. Odié no tener una maleta y un pasaje Odié que me vieran llorando y que la despedida fuera tan breve -porque nunca es suficiente tiempo-. Odié la situación que nos obliga a pasar por esto y odié admitir que estará mejor afuera. Que si amas a alguien quieres verlo feliz, realizado y sobre todo, seguro. Quiero irme a esa puertica negra y desbaratarla a patadas, o sellarla con pega loca, chicles, curitas, lo que sea necesario para que no se me siga yendo nadie. Porque sí, me permito ser egoísta 5 minutos y protestar, porque me están dejando solita con las estrellas.

Un asunto de excusas

Por: Irene Karenina en 13:08
Me permito ser egoísta un ratico.
Desde que te fuiste, vivo con las trenzas sueltas. Mi fuerza no es suficiente para mantenerlas atadas y no parecer una muchachita.
Deberías regresar.
Es una excusa gafísima, ¿verdad?
Me podría inventar mil más.
Podría decirte que me da ladilla ir sola al cine, o a cualquier lado. Que me hace falta amenazarte con regalarte otro Froyogur (sí, qué vaina más mala). Que hay hamburguesas de esta ciudad que aún no hemos probado. Que no me has visto en un karaoke. Que no conoces a Máximo. Que tu celular toma mejor las fotos. Que no puedo agarrar a cualquier persona en la calle y decirle que mire el cielo. Que no he visto más guacamayas.
La cosa, el pero, el issue de todo esto es que ya es un poquito tarde. Porque, para bien o para mal, my dear, my love, my beared man, my future, hay una cosa que no hice:
Nunca inventé excusas para pedirte que te quedaras.

Antes de perderte

31 de mayo de 2014 - Por: Irene Karenina en 20:23
Antes de perderte
quiero soñarte mil veces
amarte mil meses
quererte con creces.

Antes de perderte
quiero susurrarte
que el final no existe.

Antes de perderte
quiero besarte
como única forma de estar en silencio.

Antes de perderte
quiero decirte
que hiciste del amor mi estado natural
que hiciste de tu boca mi ciudad natal
que hiciste de tus pecas mis constelaciones
que hiciste de tu cama mi patria querida.

Antes de perderte
te quiero contar
los lunares
los suspiros
los bostezos y los besos.

Antes de perderte
quiero mostrarte
todas mis cicatrices
y contarte mil historias
diferentes.

Antes de perderte
quiero armarme de valor
para cuando se asome
en una tarde solitaria
el recuerdo de tu olor.

Antes de perderte
déjame primero acostumbrarme
a cerrar los ojos
ante que el amanecer venga por mi.
Acostumbrarme a escuchar
una sola respiración.

Antes de perderte
junto mis manos y rezo
como casi nunca hago
para que la luz siempre te acompañe.

Antes de perderte
perder tu sonrisa
quiero decirte
que fue un placer vivir
al sur de tu frontera.

No vuelvas.

27 de junio de 2013 - Por: Irene Karenina en 23:37

"Si no hay nada, ¿por qué vuelves?"




No vuelvas.

No vuelvas, quédate con tu apartamento blanco
No vuelvas, no vengas tú, con tu minimalismo de amor, con tu amor a cuentagotas
No vengas tú con tus panquecas que nunca preparaste, con el Te amo que dejaste guindando, con la cama arreglada, con tus poquitos libros.
No vuelvas con tus frases rebuscadas, con tu justificación, con tus idealismos, con tus sueños.
No vuelvas.

No vuelvas, tú, con tus animales abandonados, con tus ideas sueltas, con tu cemento fresco, con tus canciones repetidas, con tu nada que contar.
No vuelvas si es para joder. No vuelvas si es para juzgar.

No vuelvas con tu facilismo.
No vuelvas con tu perfume, el que cambiaste por un olor a piel recién bañada, no vuelvas a hipnotizarme con tu amor sugar free
No vuelvas con tus pies descalzos.

No vuelvas en ese cuerpo, no vuelvas con ese cuerpo.

No vuelvas con tu egoísmo.
No vuelvas con tus gritos.
No vuelvas con tus ventanas arriba, con tus favores, con tus intrigas, con tus misterios, con tus embustes.

No vuelvas con tus ojos opacos que no dicen nada.
No vuelvas con tus pellizcos, no vuelvas con tus jalones, no vuelvas con tu brusquedad.
No vuelvas con tus historias.

No vuelvas con tu piel sin sabor, con tus besos de perrito, con tu lengua que no es de fuego, es de púas.
No vuelvas con tu vergüenza de bailar en la calle.

No vuelvas.
No vuelvas, que nunca tendremos París con aguacero, ni Venecia.

No vuelvas, que me cansé de sanar tu cicatriz.

No vuelvas con tu café negro, con tu cabello negro, con tu ánimo negro, con tu futuro negro, con tus ojos negros, con tu nube negra.

No vuelvas,que mucho has jodido ya.

No vuelvas, me rebajo a pedirlo como último favor.

No vuelvas, te lo susurro, te lo canto, te lo grito, te lo escribo, te lo dibujo en la espalda, te lo dibujo en la frente.

Es que tú no sabes, Javier.

16 de abril de 2012 - Por: Irene Karenina en 22:28
Estaba por contarte, Javier, pero más nunca te vi.

El otro día nos encontramos, yo saliendo de clases y tú entrando, me diste un abrazo de esos chéveres, de los que se sienten bonitos, así tipo "tiempo sin verte, pero igual te quiero". El asunto es que olí tu perfume (tú sabes, me encanta que un hombre huela rico), pero de repente algo me quemó el pecho.

Es que tú no sabes, Javier.

Fue un -nefasto- día, una tarde libre en la universidad, la noche anterior te conté que el amor de mi vida me dejó. Estaba tirada en el suelo con mi mejor pinta desquitándome el despecho, llorando de manera intermitente y sintiendo que el mundo se me estaba cayendo a pedacitos. Mira sí, suena dramática y media, pero despecho es despecho.
Nunca se me va a olvidar cómo llegaste, Javier. Fuiste justo a donde yo estaba, traías cara triste, ya sabías. Abriste los brazos y me dijiste "mi amor, lo siento mucho..." y el momento me fulminó.

El perfume, Javier. Tu perfume. EL PERFUME, Javier. Ese día estabas usando el mismo perfume que él, el que juró que no iba a regresar, el que me mató con un "dejémoslo hasta aquí".

No sé cómo hice para no terminar de morirme ahí mismito, de desmayarme, de terminar de lanzarme al suelo y privarme de llanto. Sí pues, me pegó, me quería morir, qué te puedo decir. Pero no lloré, sólo te di las gracias por estar ahí, de corazón, ese tipo de gestos que demuestran que más distancia no es menos cariño.

Ese día que nos encontramos de nuevo (la semana pasada, algo así), me volviste a abrazar y yo estaba sumamente feliz, me sentí tan feliz de verte, Javier. En medio del abrazo te olí, te olfateé, no sé cómo decirlo más elegantemente pero sentí otra vez ese dolorcito. Esta vez más leve, una quemadura suave, un dolorcito directo en la cicatriz.

Tú no lo sabes, Javier, cómo lo ibas a saber, que hueles a día de lluvia donde se me caía el cielo. Que me recordaste aquel momento tan nefasto, donde sentí dolor y rabia, hasta que quedó la rabia. Que hueles a recuerdos que no son tuyos.
Javier, no lo sabes, hueles a cosas que ya no duelen, pero que dan arrechera.